Cómo evitar que el Black Friday sea un día negro
Hace ya más de un lustro que se instaló en nuestro país una de esas costumbres que nos encanta importar desde Estados Unidos. Es allí donde nació la tradición de que, el día después de Acción de Gracias, los comercios se atreviesen con ofertas y promociones muy importantes que animasen a la clientela a consumir ya desde unas fechas antes del comienzo de la campaña de Navidad.
En España, el Black Friday (que se traduce como “viernes negro”) se manifiesta sobre todo en las principales cadenas comerciales, ya sea de ropa, tecnología, contenido audiovisual, etc. Los descuentos están disponibles ese mismo viernes, pero es frecuente que se dilaten en el tiempo durante días o incluso semanas. Además, el lunes inmediatamente posterior a ese fin de semana se produce lo que se conoce como el Cyber Monday, un día destinado también a importantes promociones pero sólo en compras realizadas online. Entre unas cosas y otras, esas fechas finales de noviembre se convierten de alguna forma en la última bala de la que disponen las tiendas para amasar grandes volúmenes de ventas antes de que llegue el gran momento comercial del año: la campaña de Navidad.
El año pasado, durante los cuatro días que duró oficialmente este período (del viernes 25 al lunes 28 de noviembre, y decimos oficialmente porque hasta un 64% de los comercios se llevaron el Black Friday más allá de ese fin de semana), el 81% de las empresas decidieron ofrecer algún tipo de descuento u oferta para conseguir unas ventas de aproximadamente 1.300 millones de euros, lo que supuso algo más del 5% de la facturación total del año.
Pero no todo es tan bonito como parece en esta tradición comercial. Por un lado, tenemos las famosas estrategias que llevan a cabo algunas de estas empresas. Todos conocemos el caso de unos famosos grandes almacenes de tecnología, electrodomésticos y material audiovisual que año tras año y semanas antes del Black Friday comienzan a experimentar un sospechoso aumento de los precios de muchos de sus productos, para llegado ese día hacerlos regresar a su precio habitual aparentando así un descenso repentino… que en realidad no existe.
Otro sector que suele hacerse notar en este día es el de la telefonía móvil, y aquí es donde el consumidor debe andarse con pies de plomo. El año pasado, uno de ellos anunció a bombo y platillo que durante una semana iba a ofrecer hasta 16 modelos diferentes de smartphones a cero euros, pero lo que no aparecía en letra tan grande era que esta oferta obligaba al cliente a permanecer en la compañía 24 meses pagando una cuota mensual de 19 euros. Otra compañía, que además tiene una plataforma de televisión digital, ofrecía un gran descuento en un televisor que por supuesto traía ya instalados esos canales, no fuese a ser que al cliente le apeteciese en un futuro desvincularse de la operadora.
Estos son algunos ejemplos concretos en los que el consumidor debe extremar las precauciones a la hora de escuchar esos cantos de sirena por parte de estas grandes empresas que tiñen el Black Friday de oportunidad única, pero uno que vemos más a diario es el de cómo estas compañías están constantemente saltándose el derecho de enviar sus facturas en formato físico, presente en la Ley General para la Defensa de los Consumidores y los Usuarios. Y es ahí donde debemos tener más cuidado que nunca, ya que es una época en la que se generan nuevos contratos y nuevos compromisos con este tipo de empresas, momento que aprovechan para colarnos cláusulas que no deseamos en esas ofertas irrechazables. Uno de los ejemplos más frecuentes es el de el envío de facturas por vía electrónica, y está más que demostrado que en España todavía hay un alto porcentaje de la población que tiene dificultades para adaptarse a estos sistemas o que simplemente prefiere el formato físico.
¡Tengamos pues mucho ojo con estas ofertas y siempre, sobre todas las cosas, exijamos que se cumplan nuestros derechos como consumidores!
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